lunes, 22 de junio de 2015

Opinión de Mario Gallina



Vi "Despedida en París" y me cuesta encontrar otro adjetivo como no sea el de exquisita, para definir esta obra. Lamento no poder ser original, pues todos la califican así y asumo mi incapacidad para hallar otra palabra. Y además... me resisto: ¡ES UNA OBRA EXQUISITA!
El libro, lleno de ironía, humor, dolor y guiños teatrales; la cuidada y exacta ambientación; la dirección que -albricias- "se ve" (¿han notado que últimamente se encuentra poco en teatro eso que se llamaba "dirección"?).
Y las actuaciones de Fernanda Mistral, en el que me animaría a señalar que es su mejor trabajo para la escena (y eso que le vi muchos: "Rinoceronte" de Ionesco; "Después de la caída" y "Las brujas de Salem" de Miller; "Sucedió en la oscuridad" de Shaffer y tantos, tantos más). Y Stella Matute, en otro plano, como lo requiere su Duse, concluyendo en un justo y exacto "pendant" con su compañera.
Con las mismas ganas con que se quiere volver a ver a ese amor tan querido o a ese amigo entrañable, yo tengo muchas ganas de volver a disfrutar "Despedida en París".
Y estoy seguro de que una segunda vez no será suficiente.

viernes, 19 de junio de 2015

Crítica de Susana Freire - Diario La Nación

Despedida en París / Intérpretes: Fernanda Mistral y Stella Matute / Vestuario y ambientación: Cecilia Carini / Peinado y maquillaje: Alberto Moccia / Dirección: Raúl Brambilla / Teatro: La Comedia, Rodríguez Peña 1062 / Funciones: viernes y sábados, a las 21.15, y domingos, a las 19 / Duración: 70 minutos / Nuestra opinión: muy buena. 

http://www.lanacion.com.ar/1802915-el-encuentro-entre-la-duse-y-la-bernhardt



Dos actrices, dos personalidades, dos egos, al fin de cuentas, dos mujeres. Así se podría sintetizar este encuentro entre Sarah Bernhardt y Eleonora Duse, que Raúl Brambilla elaboró con visos de realidad.

Es fácil presumir que alguna vez se encontraron, lo difícil es verificar lo que hablaron en ese posible encuentro, sobre todo cuando se enfrentan dos temperamentos tan fuertes, sostenidos por la categoría de primera actriz de trayectoria internacional que ostentaban cada una de estas dos joyas del teatro. Quizá sean figuras que están muy lejanas en la memoria del público argentino, pero cabe destacar que ambas estuvieron en Buenos Aires. La Duse, en 1885 y 1907, y la Bernhardt, en 1886, 1892 y 1905.

No sólo se enfrentaban en el arte, sino también en la vida al disputarse la preferencia y la atención del público, de los críticos y de los grandes dramaturgos, fundamentalmente Gabriele d'Annunzio, con quien llegaron ambas a relacionarse sentimentalmente.

La rivalidad se vio acentuada por el estilo que cada una imprimía a su actuación. La francesa recurría a una interpretación grandilocuente, propia de la tragedia clásica, mientras que la italiana buscaba más una actuación natural que le permitiera exponer emociones verosímiles.

En fin, no faltaron argumentos para suponer que un diálogo entre ellas iba a producir chispazos de creatividad e ingenio.

Esto es lo que elaboró el autor al poner en boca de las actrices la ironía, el sarcasmo, la hipocresía de una rivalidad mal disimulada que las iba a obligar a encarar las carencias y debilidades propias de un ser humano. Es en este reconocimiento donde estas dos mujeres se van a unir, permitiéndose cada una gestos de solidaridad y compasión frente a las desdichas de la otra, quienes, finalmente, no pudiendo superar su destino lo asumieron con algo de estoicismo y mucho de dolor.

Sin lugar a dudas, para encarnar a estas dos mujeres era necesario contar con dos potentes actrices y es en Fernanda Mistral y Stella Matute donde la Bernhardt y la Duse encuentran sus mejores representantes. Con eficiencia y solidez, cada una de ellas logra, bajo la sutil dirección de Brambilla, crear el perfil idóneo de su personaje, de tal manera que es fácil suponer que, de haber existido un diálogo entre ellas, tiene que haber sido de la forma en que se presenta en la sala más pequeña de La Comedia.

Y hablando de este espacio, cabe decir que es el marco ideal para esta representación porque el diseño y el estilo propios del salón recrean a la perfección el ambiente de una habitación distinguida de un hotel parisiense de fines del siglo XIX, lo que acentúa el realismo de la pieza, subrayado por un apropiado vestuario..

Critica de Luis Mazas - Revista Veintitres

REVISTA VEINTITRÉS
EL TREN PARTE PARA NO VOLVER
(Por L.M.)


Dos reinas del teatro de finales del XIX en la sala de espera ferroviaria de la Ciudad Luz. Una aguarda que la otra aborde el tren. "La Divina" Sarah Bernhardt (1844-1923) en realidad va a cerciorarse de que Eleonora Duse (1858-1924) abandona el territorio de triunfos mayores. Un siglo después, Raúl Brambilla ficciona lo que pudo acontecer en el cruce sin testigos, que fue real, entre ambas potencias "universales" de la vanidad. El resultado, "Despedida en París", propone una dramaturgia deliciosa, confesional y picante. Y la certera pintura de toda una época y una estética, tras el doble juego de caracteres contrastados. Humanizadas por un diálogo revelador, ellas ignoran que se exponen a la actitud voyeur del espectador de un siglo después. En un ámbito apropiado de sugestión decadente, Brambilla conduce a sus intérpretes hacia los volubles personajes en el tono y las actitudes mejores. Fernanda Mistral da una creación estupenda de la Bernhardt, toda elegancia y empaque, mientras define el revés de un carácter difícil y voluntarioso. Stella Matute encuentra el espacio franco para la contraparte exacta. Una Duse más sincera, clara y terrenal.
Calificación: MUY BUENA.

Crítica de Osvaldo Sabino - Desde la fila tres

Hace mucho tiempo que esperaba ver una obra tan memorable como "Despedida en París". Teatro del más alto nivel en el que todo se une para desplegar, brillantemente, la exquisitez del texto de Raúl Brambilla. Él mismo ha tenido a su cargo la dirección, y lo ha hecho con una mano experta y un ojo meticuloso que ha cuidado cada detalle para realzar la belleza de su trabajo. Para redondear su "Despedida en París", Brambilla no podía haber estado mejor acompañado que por estas dos primerísimas damas de la escena nacional, como son Stella Matute y Fernanda Mistral.
Una vez más, ambas entregan todo su arte para transformarse, durante una hora, en Eleonora Duse y Sara Bernhardt. Las dos logran un inusual doble duelo de actuación, el de ellas mismas y el de las dos artistas inmortales a las que dan vida en la escena.
Un trabajo riesgoso al que sólo dos profesionales verdaderas pueden animarse y salir victoriosas para terminar ovacionadas por lograr transportarnos en el tiempo y hacernos sentir que estamos frente a esas incomparables divas que vivirán eternamente en la memoria.
Imposible obviar la exquisitez de sala elegida, que nos transporta a un sitio similar al que puede haber sido aquel donde sucedió este supuesto encuentro entre la Duse y la Bernhardt.
La ambientación de Cecilia Carini demuestra, ampliamente, cómo con unos pocos elementos, se puede lograr ubicarnos a un mundo que hoy, la mayoría desconoce.
También merece ser destacado el muy apropiado y puramente romántico diseño de iluminación de Cristián Páez.
Espero que una gran audiencia disfrute de "Despedida en París", y que muchos hacedores de la escena contemporánea vean esta puesta que es un impecable ejemplo de lo que debe ser el teatro. 
Pueden verla en el Teatro La comedia - Rodríguez Peña 1062 - CABA, los Viernes y Sábados a las 21.15 hs. y los domingos a las 19.00 hs.


lunes, 15 de junio de 2015

Crítica de Alberto Catena para Revista Cabal

Despedida en Paris. Escrita y dirigida por Raúl Brambilla. Intérpretes: Fernando Mistral y Stella Matute. Teatro La Comedia, Rodríguez Peña 1062. Viernes y sábados a las 21,15 horas. Domingos a las 19 horas. 


Finales del año 1897, en una sala de espera de la gare de París destinada a personalidades muy distinguidas, una esbelta mujer está esperando la llegada de un tren. De pronto, otra figura muy elegante, ingresa en ese lugar y la saluda, diciéndole en un suave tono de reproche si se pensaba ir sin saludarla. Son: Eleonora Duse, la mujer que espera, y Sarah Berhardt, la que irrumpe.
Una tiene por ese entonces 39 años, la segunda 59. El diálogo que comienza allí es una ficción, pero muchos de las cosas que se cuentan en él están sólidamente documentados en una investigación de época.
Efectivamente, en ese año, pero en mayo, Eleonora Duse, la extraordinaria intérprete italiana, había llegado a París para realizar una serie de funciones en el teatro de la Renaissance, que pertenecía a Sara Bernhardt.
Durante muchas semanas, la Duse actuó en diversos papeles logrando un éxito de taquilla indiscutido. Según dicen los diarios de la época, muy pronto la valoración de cuánta era la grandeza de cada una de ellas como intérprete entró en competencia y las opiniones se dividieron entre el público y los propios comentaristas teatrales. Las crónicas de la época dejan entrever esa polémica en los diarios de la época.
Con mucha sagacidad y con un material que se nutre en una investigación de lo sucedido en esos años, el autor cordobés Raúl Brambilla crea con toda libertad la ficción de un encuentro entre ellas en una estación de París y, en el tiempo que dura la llegada del tren, le saca un partido extraordinario, porque con absoluta sutileza y precisión en el diálogo va mostrando las aristas de esa rivalidad –con mucha probabilidad auténtica, pero vaya saber hasta qué punto-, en los reproches apenas insinuados o abiertos que se hacen, en las ironías y hasta maldades que se gastan.
Pero lo destacado del texto de Brambilla es que, en una operación dramática progresiva y casi imperceptible, va descendiendo del brillo verbal que provoca esa esgrima ingeniosa y de la apariencia entre altanera y dueñas de sí mismas que ambas irradian, aunque con rasgos más acentuados en el caso de la Bernhardt, hasta el mundo más atormentado y vulnerable de sus vidas afectivas, un lugar de intemperie que comparten pero no siempre confiesan. Eleonora mantiene una relación desigual con Gabrielle D’Annunzio –un gran autor, pero al parecer también un villano de cuarta, lleno de taras y miserabilidades- y Sara es una mujer que ha perdido a todos sus grandes amores y está a las 59 años prácticamente sola. En este punto, esas rivales coinciden: en que la gloria que han obtenido les ha dado satisfacciones artísticas y una notoriedad dorada, pero escaso amor.
Un recorrido por todo el libro de Brambilla podría procurar otros hallazgos muy pródigos en interés, en especial para las personas de teatro, aunque no sea una obra escrita pensando en este público: las diferencias entre los estilos de actuación, el papel de los críticos en aquellos tiempos –se menciona especialmente a Francisque Sarcey, cuya opinión era una suerte de oráculo, pero que por esa época parece que se dormía con frecuencia en su butaca-, los grandes títulos que se estrenaban por entonces como La dama de las camelias de Alejandro Dumas (en cuyo papel central de Margarita Gautier ambas divas brillaron aunque con interpretaciones distintas), o Tosca de Victorien Sardou, que tanto impresionó la sensibilidad de Giácomo Puccini y lo llevó a componer una de sus óperas más celebradas.
La estructura de esta obra se desenvuelve pues como un reloj y da posibilidad para que las actrices disfruten del trabajo y se luzcan. Una a través de una personalidad arrogante, aunque no siempre segura, que aguijonea una y otra vez; la otra más a la defensiva, pero capaz también de asestar algunos golpes certeros.
En este caso, el director contó con dos excelentes actrices que, a partir de dos composiciones exquisitas enriquecen, con gran inteligencia, emocionalidad y sentido del tiempo teatral, las distintas alternativas que les provee el texto.
Ellas son Fernando Mistral, como Sara, y Stella Matute, como Eleonora. Y un último detalle: el lugar elegido como ámbito para hacer la obra es realmente inmejorable.
(Alberto Catena)

miércoles, 10 de junio de 2015

DIVAS - Eleonora Duse y Sarah Bernhardt reviven / Crítica

TEATRO-DIVAS/ Eleonora Duse y Sarah Bernhardt reviven en el teatro La Comedia 
Por Héctor Puyo (Télam) 

Stella Matute y Fernanda Mistral muestran su potencia actoral en "Despedida en París", escrita y dirigida por Raúl Brambilla, en la que interpretan a las divas Eleonora Duse y Sarah Bernhardt, en el teatro La Comedia, Rodríguez Peña 1062, viernes y sábados a las 21.15 y domingos a las 20.






La acción se desarrolla en 1897 y reproduce un supuesto encuentro que habrían tenido cuando la italiana Duse (1858-1924) termina su exitosa temporada en el Teatro de la Rennaisance, de París, propiedad de la francesa Bernhardt (1844-1923) y está a punto de volver a Roma. La primera virtud de Brambilla es haber logrado un texto de rara tersura, que comienza como una comedia brillante, casi "boulevardier", en la que las diferencias de carácter saltan en cada frase y las réplicas parecen dardos, hasta un final lleno de tensión y máscaras que caen. No hay dudas de que debe haber habido una dura competencia entre las actrices, en su época endiosadas y conscientes de esa condición, reforzada por la diferencia de edades y porque Bernhardt jugaba lógicamente de local.
Por eso le debe haber caído muy mal el éxito de su colega, a la que se dice que la noche del debut molestó con insistencia con ruidos de su abanico desde un palco avant-scène, porque entre diversas cosas había otras competencias. Entre ellas el haber estado en brazos del vate protofascista Gabriele D'Annunzio, en paralelo o en forma sucesiva, y haber representado las mismas piezas clásicas con diferentes estilos, posiblemente antagónicos y referenciados en Konstantin Stanislavski -Duse- y en sí misma, Bernhardt. Brambilla autor es capaz de entretejer todo un mundo finisecular, con sus valores de transición entre lo cortesano y la vida republicana -la madre de Bernhardt había rozado la prostitución elegante y quería ese destino para su hija- y hasta bromea con citar los terribles temores a la crítica, entonces mucho más escuchada.
Es evidente que las simpatías del autor están del lado de Duse, más suave, a la defensiva, tal vez ingenua, con una postura que intenta eludir los embates egocéntricos de su antagonista, por lo que a Matute le resulta más cómodo exponer una criatura compradora que le sale muy natural.
Eso no quiere decir que la cosa sea fácil sino que Matute es una actriz formidable capaz de dar con el matiz adecuado en cada gesto, en cada inflexión de voz, con una naturalidad que pasma y un encanto que seduce claramente.
Frente a ella, la autorreferencial Bernhardt de Mistral es un trabajo de antología, con pasajes de distinción que remiten a una China Zorrilla en sus mejores momentos, que la actriz enarbola a base de talento e innegable oficio.
Con ese changüí Brambilla director redondea un clima de enorme comunicación con el espectador, beneficiado por la ambientación y el vestuario de Cecilia Carini, los peinados de Alberto Moccia y la iluminación de Cristian Páez, capaces de convencer de que se está en París en 1897.

(Héctor Puyo para Télam)

lunes, 1 de junio de 2015

Opinión de Laura Haimovici


El lugar es pequeño y exquisito: pisos de roble de eslavonia, paredes con boiserie, arcos de medio punto, sillas y sillones de estilo. Y uno lo atraviesa con cuidado para no alterar la disposición y el estado de las cosas, pero enseguida serán los personajes que habitan ese sitio transitoriamente quienes trastoquen, modifiquen y transformen al forastero que ha ido a dejarse encantar por las musas de Talía y Melpómene. 
La Duse y la Bernhardt, las dos grandes actrices del teatro europeo de fines del siglo XIX y comienzos del XX, se miran en el espejo que es la otra para cada una y pasan de un trato complaciente y de buenas maneras, a decirse todo aquello que su frater le provoca -envidia, celos, competencia- para terminar abrazadas, hermanadas en sus potencias alegres y tristes y con toda su fragilidad. 
La obra “Despedida en París” es como una brisa suave y engañosa que inesperadamente se convierte en viento huracanado para luego aplacarse y dejar que emerjan la sonrisa y múltiples reflexiones sobre la condicion humana en un público que aplaude con placer un trabajo bello y profundo de teatristas de larga data. Eleonora y Sarah están en la estación de tren de la capital francesa, a punto de separarse tras una función de la primera en el teatro de la segunda. 
Hay una misma profesión que encarnan de diferente manera, un hombre compartido, el público como medida amorosa o monstruosa de su valía y la sensación de que la carencia propia está en el lugar de lo que posee la otra. 
Ocurre en un tiempo lejano pero podría suceder hoy. Los sentimientos hostiles en una relación de divas podrían ser los que muchas veces se muestran amplificados en la televisión chismosa de nuestros días, pero con las palabras poderosas y delicadas de Raúl Brambilla (el autor y director) distan de ser vulgares y adquieren la fuerza y la universalidad que dos actrices completas como Stella Matute y Fernanda Mistral son capaces de darles. Ambas, aquí, en estado de gracia. 
(Laura Haimovici)

Despedida en París o el arte de quitar los velos - por Teresa Gatto

La obra que dirige Rául Brambilla y protagonizan Fernanda Mistral y Stella Matute, es una clase de teatro en la que el tiempo fluye y los personajes se aquerencian en nosotros para no soltarnos jamás. 

Por Teresa Gatto 



 “Finalmente, el viaje hacia los orígenes 
 es más importante que los orígenes mismos”
Julia Kristeva

¿Importa si el encuentro entre Sarah Bernhardt y Eleonora Duse fue real? No, definitivamente, no. Lo que importa es lo que ambas actrices, Fernanda Mistral como Sarah y Stella Matute en la piel de Eleonora entregan en el escenario.
El texto es de una poesía mayúscula, toda vez que recreará una conversación, ácida, humorística y cargada de significantes que se desvían y a la vez de una dramaticidad poderosa.
Eleonora parte de París luego de haber colmado durante diez funciones el Théâtre de la Renaissance en el 20 Boulevard San Martin. Este emblema de la escena había sido creado por Víctor Hugo y en ese momento se hallaba regenteado por la gran Sarah Bernhardt. Eleonora aguarda su tren, no refleja la felicidad de quien ha triunfado, no todos son aplausos, por ello, la llegada de Sarah, tan elegante, tan glamorosa, tan cuidadosamente acicalada, como el Julián Sorel de Stendhal que luego de verse por última vez al espejo, sabía que estaba listo para triunfar, crea ya una tensión. ¿Viene a despedirla? ¿A felicitarla? ¿A restregarle éxitos propios desconociendo los de la Duse? No importa el qué, importa el cómo estas dos actrices fenomenales rinden culto al texto y a la dirección de Raúl Brambilla y deconstruyen su presente y su pasado en una gradación de mayor a menor en términos de dejar los pedestales y hacer pie en tierra, que además propone el in crescendo dramático propio de la confesión, del recuerdo, de la verdad de esos personajes.
La charla entre ellas es una fina clase de esgrima verbal en la que las vanidades de Sarah ds desmontan una a una contra las concisas réplicas de Eleonora. Así, éxito, amores, origen y teoría del teatro son una clase de actuación a cargo de ambas actrices que desde arriba y, aparentemente desde abajo, se van igualando hasta ser sólo eso: dos enormes actrices con el corazón partido y casi nada ya para esconder. El ritmo es vertiginoso y no pierde poesía nunca, porque ambas, están hablando del teatro como subtexto. El espectador puede irse satisfecho creyendo que asistió a un encuentro histórico (ficcional o no) y también puede pensar en esa tremenda explosión de sentidos que es el teatro, en esa ceremonia sagrada que, trágica, cómica, épica o sencillamente dramática en toda su dimensión es una proliferación de sentidos, toda vez que hay siempre un objetivo que se instala más allá del contar, del re-presentar y que cuando está logrado, se propone y nos propone el desafío de pensar en esa máquina, en ese engranaje de signos que es el teatro. Perfectos trabajos de ambientación y vestuario de Cecilia Carini, un diseño de luces sumamente adecuado de Cristián Páez y el resto de los signos de la escena, redundan en una puesta que Brambilla entrega como si fuera fácil. Como si el camino anterior no hubiera existido porque no hay un solo hilo que se vea en la escena. No son marionetas, son divas de ayer. En este caso, el ser de los personajes que encarnan Mistral y Matute, no pueden menos que dejarnos pensando en cómo desde una mesa de lectura a un estreno, el arduo camino de la creación se puebla de voces ajenas que se hacen propias para que nada, absolutamente nada de lo que ocurre fuera del recinto sagrado, nos ocupe ni un pestañeo. Ellas, Sara o Fernanda, Stella o Eleonora, hacen de la luz, de sus ropajes y de unos pocos trastos de viaje, una ceremonia que habla de las mujeres, del pasado, del futuro y por supuesto, del Teatro.

Link: http://puestaenescena.com.ar/teatro/2182_despedida-en-paris-o-el-arte-de-quitar-los-velos.php

FUI A VER... por Ruben Sibilia

Al teatro La Comedia, "DESPEDIDA EN PARIS" 
obra teatral escrita y dirigida por RAÚL BRAMBILLA, con las deliciosas actuaciones de FERNANDA MISTRAL y STELLA MATUTE.

En 1897, Sarah Bernhardt regenteaba el Teatro Rennaisance en París. Durante el verano de ese año, la compañía de Eleonora Dusse llega a la ciudad –y particularmente a ese teatro- con el fin de llevar a cabo una serie de diez presentaciones de distintas obras. Las entradas para todas las funciones se agotaron rápidamente y en los circuitos intelectuales y artísticos se instaló una especie de competencia entre las dos divas. Lo que sucedió durante ese período sería objeto de discusión durante décadas entre los amantes del teatro: chismes, debates, suposiciones, bromas, todo pudo tener lugar en los círculos iniciados. Esta pieza se basa en crónicas de la época e imagina libremente un supuesto diálogo entre Bernhardt y Duse en el momento en que Eleonora está a punto de dejar París para volver a Italia.

Tan solo con ingresar a la sala 3 del teatro La Comedia, uno siente que se transporta a un salón de las magníficas mansiones parisinas del siglo XIX, el marco ideal para representar este ¿imaginario? encuentro entre Sara y Eleonora. Mientras ingresa el público, la espera está teñida con una placentera selección musical que va sumergiendo a los espectadores en el clima correcto para disfrutar de una maravillosa conversación entre las dos grandes divas teatrales europeas. Las luces van desapareciendo para dar comienzo al espectáculo y cuando vuelven a subir, mágicamente uno se olvida por completo que está en un teatro de Buenos Aires… 
Aparece en escena Eleonora Dusse (STELLA MATUTE) se la ve una mujer tímida, retraída y con aspecto nostálgico esperando que llegue la hora de su partida de Paris, al cabo de unos segundos ingresa Sarah Bernhardt (FERNANDA MISTRAL) majestuosa, imponente, señorial que no disimula sus aires de diva. Justamente Sara viene a despedir, como buena anfitriona, a Eleonora antes que su tren parta hacia Italia. 
Así, las dos muy opuestas en sus caracteres, van manteniendo una conversación llena de halagos que se van convirtiendo en reproches indirectos (directos) con la más exacta amabilidad y discreción posible, pero que finalmente las deja ver como dos seres absolutamente humanos. 
Es una pieza magistral, una sola situación que se transforma en un duelo de gigantes. No pudo ser más exacto el casting al momento de elegir a las actrices porque en el escenario se las ve a SARA y a ELEONORA sin ninguna duda, las actuaciones son precisas, deliciosas con las entonaciones justas para cada diálogo que pasa de la comedia a la emoción constantemente y lo dejan a uno con ganas de ver más. 
Qué lindo ver la vuelta de FERNANDA MISTRAL al teatro y justamente con tan preciosa obra teatral. Qué lindo ver a STELLA MATUTE nuevamente en el teatro con su brillante actuación de la cual nos tiene acostumbrados. Se nota una dirección muy puntillosa a cargo de RAUL BRAMBILLA no solo en las actuaciones sino en cada uno de los detalles de la puesta en escena y ni hablar del texto, escrito con una gran responsabilidad histórica y de investigación ya que uno aprende pasajes de las vidas de estas divas en esta charla intima. 
No puedo dejar de elogiar y destacar el maravilloso vestuario a cargo de CECILIA CARINI como los peinados y maquillajes de ALBERTO MOCCIA que cierran perfectamente este cuadro de época que se desarrolla delante del espectador. Es una obra que ni los amantes del teatro ni el espectador casual pueden dejar de ver. Es para verla más de una vez y para salir del teatro empachado de gran teatro. Felicitaciones a todo el equipo. 
ALTAMENTE RECOMENDABLE.

Ruben Sibilia - "Fui a ver..."

Viernes y Sábados 21.15 hs.
Domingos 19 hs. 
TEATRO LA COMEDIA
Rodriguez Peña 1062 - 

Tel.:4812-4228